Alegres versos a la vida
quisiera poder escribir.
Con alegría poemas componer.
Dulces baladas de amor cantar.
Rimas, poesía saber decir,
con acento y cadencia recitar.
Dar la bienvenida a la felicidad.
Que entre los hombres cunda
el amor, la concordia, la armonía,
el respeto y la amistad sincera,
(el buen entendimiento).
Que no haya guerras,
porque la guerra destruye
y sufrimiento crea.
Y que al escribir, ¡ay!
no se interponga la tristeza,
la pena o el dolor que siento.
¡Ni el inquietante palpitar
de mi corazón!
Quisiera escribir versos ya digo,
que puedan llegar alto, muy alto,
tan alto, tan alto y tan lejos...
que entonando jovialmente se eleven
a la cima de montañas, álamos y pinos,
traspasen paredes, muros de cárceles
y palacios acorazados de cristal.
(Mientras, las polvorientas encinas
congregadas, abstraídas, inmóviles
permanecen en su hábitat natural,
mirando al cielo a ver si llueve).
¿Y el hombre?
Los hombres, el hombre,
el hombre lo mismo que las encinas.
Abstraído, frío, insensible e inmutable,
esquivando, consintiendo, prorrogando
ante el necesitado mundo que clama,
(está clamando justicia y paz).
¿Qué puedo yo hacer?
¿Qué puedo decir sino
esperar su reacción?
Ver si la conciencia mueve,
para escribir con amor a la vida
que nos brinda la oportunidad
de ser felices...
(y no lo aprovechamos).
Por eso, escribo a la tristeza,
a la soledad, al despiadado olvido,
al desafecto, al amor y al desamor,
al amor destruido, roto sentido.
¡Al inquietante latido de mi corazón!
Desearía escribir versos ya digo,
a la existencia, a la vida con amor,
por un mundo lleno de felicidad
pero no, no puedo, no puedo...
(estoy herido...).
quisiera poder escribir.
Con alegría poemas componer.
Dulces baladas de amor cantar.
Rimas, poesía saber decir,
con acento y cadencia recitar.
Dar la bienvenida a la felicidad.
Que entre los hombres cunda
el amor, la concordia, la armonía,
el respeto y la amistad sincera,
(el buen entendimiento).
Que no haya guerras,
porque la guerra destruye
y sufrimiento crea.
Y que al escribir, ¡ay!
no se interponga la tristeza,
la pena o el dolor que siento.
¡Ni el inquietante palpitar
de mi corazón!
Quisiera escribir versos ya digo,
que puedan llegar alto, muy alto,
tan alto, tan alto y tan lejos...
que entonando jovialmente se eleven
a la cima de montañas, álamos y pinos,
traspasen paredes, muros de cárceles
y palacios acorazados de cristal.
(Mientras, las polvorientas encinas
congregadas, abstraídas, inmóviles
permanecen en su hábitat natural,
mirando al cielo a ver si llueve).
¿Y el hombre?
Los hombres, el hombre,
el hombre lo mismo que las encinas.
Abstraído, frío, insensible e inmutable,
esquivando, consintiendo, prorrogando
ante el necesitado mundo que clama,
(está clamando justicia y paz).
¿Qué puedo yo hacer?
¿Qué puedo decir sino
esperar su reacción?
Ver si la conciencia mueve,
para escribir con amor a la vida
que nos brinda la oportunidad
de ser felices...
(y no lo aprovechamos).
Por eso, escribo a la tristeza,
a la soledad, al despiadado olvido,
al desafecto, al amor y al desamor,
al amor destruido, roto sentido.
¡Al inquietante latido de mi corazón!
Desearía escribir versos ya digo,
a la existencia, a la vida con amor,
por un mundo lleno de felicidad
pero no, no puedo, no puedo...
(estoy herido...).