Entorno a una flor volaba
un pájaro sin cesar.
Por más que lo intentaba,
solamente conseguía
aletear y aletear.
Como la flor se movía,
no se podía posar.
Más esta, sintió sonrojo,
cuando po fin entendía
del pajarillo el arrojo.
Y es que degustar quería
el liquido misterioso,
que en un gesto de armonía;
vierte el alba en su reposo
al amanecer el día.