domingo, 10 de junio de 2012

ALMA MÍA


Nos decían que el color del alma
era blanco nevado, cándido, alba,
blanco como la blanca azucena.
Rosa es el color común de la rosa,
el lirio del valle blanco inmaculado.

Verde es el vapor que exhibe
el húmedo prado. Verde la majada,
verde como la albahaca, la hierba
verde como campo de trigo verde,
como valle verde, verde grama.
Como bosque de verde fronda,
o como avena verde en rama.

Así fue de simple y de sencilla,
así anduvo, errante, vagabundeando
por las cavilaciones de los pobres,
pobres de espiritu, de ánimo abatidos,
de pobres tristes, tristes y pobres.

Y despúes de tanto y tanto esplendor,
de tan blanco, limpio e inmaculado color,
aún permanece supuesta, imaginada
y completamente invisible el alma:
como eco inalcanzable o figurativo,
impalpable. Blanca nos la imaginamos,
carente de colorido, vagabundeando
por las cavilaciones de los pobres,
apurados pobres, tristes y pobres.

Por ahí anda el alma todavía,
con su buen hacer, sin ser vista ni oída.
Forma sagrada, sin color, ni ruido, ni nada,
en paz de ausencia, al compás de mi vida.

Muchas gracias por visitarme.

                                 CUERPO Y ALMA